Image Alt

Pensamiento del día

  /  Pensamiento del día (Page 21)

He visto alguna vez, en un día crudísimo de invierno, uno de esos grandes carros de carbón que pasan por la calle. Sobre los grandes montones de combustible se acurrucan unos hombres que tiemblan de frío. Entonces he pensado en lo triste que es ir sobre una fuente de calor vivificante y estar a punto de

He visto alguna vez, en un día crudísimo de invierno, uno de esos grandes carros de carbón que pasan por la calle. Sobre los grandes montones de combustible se acurrucan unos hombres que tiemblan de frío. Entonces he pensado en lo triste que es ir sobre una fuente de calor vivificante y estar a punto de

MARÍA Y EL MISTERIO DE LA RESURRECCIÓN   No enviaste un ángel, no un arcángel, no a Miguel, ni a Gabriel, ni a Rafael, tus mensajeros oficiales, ni a ninguno de los dignatarios terrenales, distinguidos, adornados de oro, plata y piedras preciosas, a visitar a tu Madre, Reina del cielo, nuestra amada Señora; sino que acudiste tú mismo, Rey de

MARÍA Y EL MISTERIO DE LA RESURRECCIÓN. Tú que en las bodas de Caná, por exhortación de ella, cambiaste el agua en excelente vino, cuando regresaste del lugar de los muertos y después de haber vencido a los enemigos con mayor poder y más eficaz milagro cambiaste la muerte en vida, la cruz en gloria, el llanto

  MARÍA  Y EL MISTERIO DE LA RESURRECCIÓN Obraste perfectamente, Óptimo Jesús, cuando visitaste con sentimiento filial a tu amadísima Madre, la saludaste con respeto, le hablaste con dulzura, la consolaste cordialmente y, al mostrarle la felicidad de tu rostro, hiciste desvanecer toda su tristeza y las dolorosas lágrimas de sus ojos. Tan pronto como llegó a verte, desaparecieron

Por lo cual, es justo que en el día de hoy, mientras está delante de ti, que te apareciste a ella en el fulgor de tu gloria, María se haya vuelto más feliz de lo acostumbrado y se sienta colmada de nuevos consuelos, después de haber sufrido más cruelmente y llorado con más amargura que los

MARÍA Y EL MISTERIO DE LA RESURRECCIÓN Con cuánta atención fijó sus ojos en tu cuerpo glorioso, que antes había visto duramente llagado por crueles azotes, clavado en el madero de la cruz, atroz mente horadado en el costado derecho por la lanza de Longino y, a continuación, muerto y depositado en el sepulcro.