GOTAS DE ESPERANZA
Desde el borde de una trampa que daba a una bodega subterránea, estaba mirando hacia abajo un pequeñuelo, a pleno sol. Desde arriba nada se veía, pero desde el fondo le veía su padre, que le dijo:
— Échate, hijo mío, que yo te cogeré.
— No veo nada, papá.
— No importa: te veo yo.
Haciendo acopio de valor, el niño se dejó caer, y al momento se encontró en los brazos de su padre, que le besó tiernamente.
Ahí tenéis un símil de las virtudes teologales, por las cuales los hijos de Dios se lanzan en los brazos de su Padre, que está en los cielos, aunque no le vean con los ojos carnales. El niño creyó que era su padre quien le llamaba; confió en que su padre cumpliría su promesa, y su fe y su confianza fueron trasunto de su amor filial.
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